imagen: sin título. Beneyto

imagen: sin título. Beneyto
Óleo. sin título.(1983) Beneyto

lunes, 6 de julio de 2015

Iván Humanes



Iván Humanes nació en Esplugues de Llobregat (Barcelona). Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona.
Es miembro del consejo de redacción de la revista Quimera. Revista de Literatura.

La patafísica y el surrealismo son algunas de las referencias que encontramos en la obra de Iván Humanes así como autores heterodoxos como Fernando Arrabal y Boris Vian.

Su prosa va del cuento fantástico a la novela negra y al microrrelato erótico. Entremezcla las historias policíacas con narraciones fragmentadas y metatextuales. En su escritura, lo fantástico se cuela en la realidad. Satiriza sobre el mundo literario y las pretensiones de los autores.
   
Su obra:
La memoria del laberinto (Biblioteca CyH, 2005).
Malditos. La biblioteca olvidada (Grafein, 2006), en coautoría con Salvador Alario Bataller
101 coños (Grafein, 2008), junto a Salvador Alario Bataller y Carlos Maza Serneguet.
La emboscada (InÉditor, 2010), novela negra.
Los caníbales (Libros del innombrable, 2011) que fue finalista del Premio Setenil 2012 al mejor libro de relatos publicados en España.
Lengua de orangután (Base, 2015)

Ha escrito guión cinematográfico:
Coguionista de los documentales El boxeador (Libros del Innombrable, 2012) sobre la figura del campeón mundial de boxeo Perico Fernández,
A.T. Cuadernos tiempo (2013), sobre la vida y la poesía del poeta Antonio Tello.

Guionista del largometraje Vestigis dirigido por Iván Morillo del que se prevé su estreno a finales del año 2015.
 
Sinopsis: Elena pasa por un momento difícil en su vida. Con el recuerdo de su hija pequeña fallecida años atrás y cada vez más distanciada de su marido, mantiene una relación sentimental con Erika, una exalumna suya. Preocupado por su matrimonio, Marcos, el esposo de Elena, decide acudir a Hermann, un terapeuta matrimonial que les propondrá una terapia intensiva: someterse durante un fin de semana a su novedoso programa para salvar la relación.


Como muestra de su literatura he aquí un relato suyo titulado La variable y que inicialmente se publicó en la revista digital Sísifo:
Un escarabajo boca arriba mueve sus patas, y él lo toca con el bolígrafo, y prefiere no girarlo porque quiere que conserve su apariencia de caminar por el cielo azul, y decide salir del jardín y volver al despacho donde están sus libros, y luego subir los peldaños de la escalera dejando atrás el salón con las cortinas rojas y la mesa con sus platos y las dos copas de vino vacías, todo ello para anotar que la naturaleza es azar cuando no puede identificarse la causa y que la causa del escarabajo boca arriba es pura confusión, como lo es el hombre, matiza, porque la situación del objeto depende del que mira, tal y como le sucede al gato de Schrödinger en la caja en la que el que observa modifica el estado del gato, y ahora está vivo y ahora muerto, y lo piensa sentado con una taza de café en la mano pese a que el café ya está frío, porque era café de mañana y ahora ya es tarde de verano, y en esas decide ir a lavarse las manos, y vuelve a su sillón negro y tiene la ocurrencia de que Dios es un gran pájaro, un faisán que va dando y quitando, y lanza los dados provocando la estadística, y así está durante casi dos horas anotando en su cuaderno las probabilidades hasta que coge un libro de Everett de la librería sin caber de asombro porque ha tomado ese libro como quien agarra un boleto de lotería ganador, y lee sobre los múltiples universos que vienen a ser universos paralelos donde desde un punto un hecho se ramifica en variables, todo descuidado a la eventualidad, y describe en su cuaderno los acontecimientos de su vida que llega a recordar teniendo el cuidado de trazar bastantes flechas para cada uno de ellos, y luego imaginar otras derivaciones posibles que se hubiesen dado, y así elegir y no quedarse anclado en el acontecimiento único que va en línea recta porque esa es una línea odiosa que acaba por ser un resumen cruel del azar, y eso lo madura mientras se asoma a la ventana que hay frente a su mesa y coge los prismáticos para ver si el escarabajo continúa dándole a la carrera, y no logra situar al bicho en el jardín pese a realizar un rastreo cuidadoso, deja los prismáticos a un lado y se quita las gafas, se masajea la frente, y en un arrebato le viene el recuerdo ruinoso de lo sucedido hace unas horas, tan solo unas horas, la ruptura del universo rectilíneo, y que se resume en que A –que es él– conoce a B –que es ella– en la facultad, y B acepta acudir a E –que es su casa, la casa de A– tras la estrategia desplegada, y acude hoy mismo, hoy, hace unas horas, y así hablan de los encuentros accidentales que bien podrían ser la tesis de B para que A acepte su contratación como becaria, y B le aconseja a A que pare porque está demasiado impaciente, sexualmente impaciente le matiza, y A se enoja, y B quiere salir de allí, y A que procura calmar su furia contemplando el cuadro de encima de la chimenea, y B que corre a la puerta y A que corre detrás de ella, y A que no la alcanza y se cae porque siempre fue un profesor muy torpe, y luego B alejándose por el camino, y como resultado A que ha perdido a B y hasta ahí todo más o menos correcto y punto y final y se acabó, pero la verdad es que no hubo punto y final rotundo y no lo hubo porque inmediatamente en la casa de al lado C –que es el otro, la variable– con su suéter de marca y cabello engominado sale a ver qué sucede, y B ya es un punto diminuto en el camino, y A le dice que no sucede nada y que no se preocupe, y sin más B –ella, sin más– que saca la cabeza por la puerta de la casa de C, y luego su bello cuerpo, y también pregunta y sale al porche como si hubiese estado desde hace siglos en esa casa, y C y B fuesen marido y mujer, y C le da la mano con cariño a B y un niño se asoma por una de las ventanas como resultado del confort de ese hogar, y es entonces ahí donde se justifica la necesidad de cambiar los acontecimientos y ser justo con la línea y eso pasa por suprimir la variable del universo múltiple que ha explotado en las narices, y el azar en la vida y la multiplicación de los mundos y aplicar mano y palo al hecho de la casualidad sin quedar nada más que embestir de frente para conquistar la confusión y golpear a C con la fuerza de cien leñadores, si bien eso lo piensa ahora en el despacho mirando al jardín y en la seguridad de la casa y concluyendo que como mucho acabar con la repugnancia del escarabajo y plaf, y el escarabajo debajo de la suela, una mancha marrón no más, y así aplastar definitivamente a ese insecto que tanto le recuerda a sí mismo, dar otra variable a la fortuita vida del escarabajo, inesperada para el mundo de ese coleóptero concreto, y pisotear así al inútil profesor que estudia el azar, al asqueroso insecto que siempre fue.

1 comentario:

  1. Muy bueno el relato, con ese marco del escarabajo que encuadra todo y que todo lo explica. Y esa brisa cortazariana y ligeramente kafkiana que se infiltra entre los renglones, sin un punto de respiro, porque de lo que se trata es de comunicar al lector esa desazón, ese desasosiego, y que logre ponerse en la piel -¿o debo decir caparazón?- del autor.
    Mis felicitaciones.

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